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La Catedral de Santiago, cuyo 800 aniversario de consagración celebramos este año, es la meta del Camino. En su interior se custodian los restos de Santiago el Mayor, el Amigo del Señor, y de sus discípulos Teodoro y Atanasio. Pero para nosotros hay otra meta más alta e importante que es Cristo, “el Sol que nace de lo alto”. Hacer el Camino de Santiago es un medio para ese encuentro con Cristo vivo y resucitado que está siempre presente a nuestro lado y nos acompaña durante la vida, aunque a veces hay nubes que lo ocultan.
El peregrino es una persona que sale de su hogar y por un tiempo deja estudios, trabajo y ocupaciones habituales. Esto está simbolizado por el grupo de casas que aparece al fondo. Así le sucede a Abrahán (Gn 12, 1). Todos, especialmente durante la juventud, estamos en búsqueda. Y a esto nos invita el mismo Cristo: “Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia…” (Mt 6, 33) El peregrino, con la lámpara encendida, representa esta actitud activa de avanzar y buscar. Todo bautizado está llamado a ser luz para los demás (Mt 5, 14-16) y todo joven debe ser luz para sus amigos y compañeros.
Aunque en el cartel aparece un solo personaje, el Camino no lo hacemos en solitario, de ahí que aparezca esa red con peces cuando está cruzando un río. Un cristiano no puede ser individualista ni vivir su fe aisladamente. En la pesca milagrosa Jesús les recuerda que deben trabajar en grupo y los “153 peces grandes” expresan la idea de plenitud. (Jn 21, 11). Esa red llena de peces sugiere que si pastoralmente trabajamos “en red” el fruto va a ser mucho más abundante que si lo hacemos individualmente. En el camino y en la vida surgen obstáculos y dificultades que hay que afrontar; aquí vemos un río que hay que cruzar, un río en el que podría haber salmones. El salmón, como le gusta recordar a D. Julián a los jóvenes, lucha y nada contracorriente. ¡Y así queremos ser: cristianos contracorriente!
Todo peregrino que tenga su encuentro con Cristo resucitado regresa transformado. Es lo que le sucede a los Magos de Oriente que vuelven “a su tierra por otro camino” (Mt 2, 12) y a los de Emaús que regresan a la comunidad de Jerusalén (Lc 24, 33). El peregrino se convierte así en testigo, apóstol y evangelizador de sus contemporáneos. El Señor nos invita a todos a salir a los caminos: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos (…) Insísteles hasta que entren y se llene mi casa” (Lc 14, 16-24) Pero al final lo mejor no es que el apóstol logre su objetivo, alcance su meta y conquiste el mundo para Dios, sino que a través de la conquista del mundo él se deje conquistar por Dios. Los demás verán actuar a personas concretas pero el que está actuando siempre desde lo más profundo es Dios, y eso es lo importante.
Esta reflexión se puede complementar y enriquecer escuchando y trabajando la letra de la canción de Toño Casado “Santiago Canta”, recogida en el CD de la PEJ 2010.
Autor del cartel: Fernando Tomé.
Vídeo: Eduardo González
www.depasxuventude.org
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